jueves, 28 de enero de 2016

El fondo histórico

No es frecuente encontrar en la historia de las civilizaciones que una de ellas se inicie, en el terreno literario, de forma tan brillante como la civilización griega. Hoy día se sabe la razón de ello: los dos poemas atribuidos a Homero, la Ilíada y laOdisea, hunden sus raíces en el mundo micénico, en esa cultura griega del II milenio a.C. Los poemas de Homero no reflejan ninguna civilización real, pero en ellos hay indudables vestigios de una sociedad y de unos acontecimientos que, aunque idealizados, encierran un núcleo de verdad histórica. Así, más que el inicio de la cultura literaria griega, Homero fue la culminación del mundo griego del II milenio a.C. Es evidente que la civilización micénica o aquea produjo, entre otras formas de expresión artística, epopeyas que, transmitidas por tradición oral, fueron el núcleo a partir del cual los poetas jónicos crearon la Ilíada y la Odisea.
La ciudad de Troya o Ilión se encontraba situada en la parte asiática del Helesponto y controlaba todo el comercio de la zona al ser ruta obligada en el paso de los Dardanelos. El enfrentamiento armado conocido como Guerra de Troya, de claro carácter comercial, pudo haber sido el último esfuerzo del mundo micénico, en franca decadencia, contra un poder extranjero. Sin embargo, en el relato homérico, la guerra fue entablada por los aqueos, dirigidos por el rey de Micenas, Agamenón, con la intención de rescatar a Helena, esposa de su hermano Menelao y la mujer más hermosa del mundo, que había sido raptada por el príncipe troyano Paris. El sitio se prolongó durante diez años; la Ilíada narra únicamente una parte del décimo año.
Tras la muerte de Aquiles, herido en el talón por Paris, la guerra concluyó gracias a la estratagema ideada por Ulises, quien construyó un caballo de madera para introducirlo en la ciudad de Troya con los más valientes de entre los griegos en su vientre. La ciudad fue saqueada, incendiada y reducida a cenizas. La Odisea es el relato del regreso de Ulises, y su mundo es distinto al de la Ilíada; el poema parece más tardío e idealiza la experiencia de la colonización griega a lo largo del Mediterráneo.
Durante mucho tiempo se creyó que las historias de la Guerra de Troya no eran más que mitos y leyendas creadas o transmitidas por Homero. Pero en el siglo XIX, el joven alemán Heinrich Schliemann se sintió tan fascinado por la lectura de la Ilíada y la Odisea que, convencido de que tenían una base real, se propuso descubrir la antigua Troya.
Se dedicó a los negocios y trabajó duramente para conseguir el dinero para las excavaciones, al tiempo que estudiaba arqueología y lenguas antiguas para adquirir los conocimientos necesarios. Finalmente, con cuarenta y ocho años y dueño de una fortuna, Schliemann se estableció en una aldea de Turquía cerca de la cual supuso que debían hallarse los restos de la ciudad. Inició las excavaciones en la colina de Hissarlik y poco después descubrió no una, sino seis ciudades superpuestas. Hubo que rendirse a la evidencia: un arqueólogo aficionado había descubierto Troya.
Entre los muchos tesoros que encontró, el más famoso es una máscara de oro, a la que Schliemann llamó la Máscara de Agamenón (sin ningún fundamento, obviamente). No contento con ello, viajó por la Grecia continental y descubrió nada menos que la antigua Micenas. La muerte le sobrevino antes de poder establecer cuál de los distintos niveles encontrados en Troya correspondía a la ciudad del relato homérico. Algunos de sus colaboradores propusieron que la Troya homérica coincidía con los niveles VI o VIIa. Este último ofrecía evidencias de haber sido destruido por un incendio en una fecha próxima al año 1250 a.C.

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